La
inclusión educativa se presenta como una respuesta para Latinoamérica donde la
proporción de estudiantes con menos oportunidades educativas ha aumentado y,
por lo tanto, su participación a nivel social se ha visto afectada.
En este
sentido, la inclusión educativa permite avanzar hacia una sociedad más justa y
democrática, que busca que todos los estudiantes sean parte de un colectivo
que construya y haga sostenible la educación a futuro (Blanco, 2009).
Actualmente, realizar el abordaje de la diversidad en la escuela implica la
visibilización de la coexistencia de estudiantes de diversos grupos
socioeconómicos, orígenes étnicos, personas con discapacidad, migrantes,
familias diversas, entre otros; lo cual influye en la dinámica de aprendizaje
y participación educativa (Mediavilla, 2012).
Otros factores, como la falta de
bienes básicos y de participación en la sociedad acentúan la desigualdad de
oportunidades, y por tanto promueve la segregación de las minorías que deben
adaptarse a las condi-ciones que el sistema escolarizado les ofrece.
La Ley Orgánica de
Educación Intercultural (2011) busca garantizar a todos los niños, niñas y
adolescentes una educación de calidad que promueva oportunidades de aprendizaje
durante toda la vida, meta que será alcanzada sólo si la pedagogía se
fundamenta en la equidad. Además, la habilidad y conocimiento del docente
deben ser relevantes y significativos con respecto a los intereses de los
estudiantes, para así dar respuesta a la diversidad de necesidades que se
presenta en el contexto educativo. De esta forma, la práctica del docente del
magisterio ecuatoriano debe ser versátil, al punto de llevar a sus estudiantes
a aplicar el conocimiento para resolver nuevos problemas, dando respuesta a las
necesidades cambiantes de su contexto.
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